Hoy se cumple un año más del ataque de las torres gemelas, ese día lloré como una mariquita, estuve asustado y así pase mucho tiempo, la verdad nadie la sabe y creo que no la sabremos, este texto, es parte del libro que tengo escrito, hay algunos de ustedes ya lo han leído, espero les guste, todavía tiene muchas faltas de ortografía.
Recuerdo bien el día del ataque por los extremistas de oriente, fui sacado de mi profundo sueño por el despertador a las cinco de la mañana, perezosamente estire mi brazo para así reprogramarlo y que sonara nuevamente en diez minutos, para poder ganar un poquito más de sueño, una vez transcurrido ese lapso me incorpore al fin, Procedí a meterme al baño y contrario a mi costumbre, esa ocasión en vez de escuchar el noticiero de la mañana, opte por escuchar música de UB40. Una vez que termine de ducharme y después de alistarme abordé mi auto y empecé a conducir por las calles de Garden Grove en California, me dirigía hacia mi fuente laboral. Estando a punto de sintonizar la radio para escuchar los acontecimientos del día, mi teléfono celular empezó a timbrar, al contestar la llamada, mi oído escucho la angustiada voz de Juan un amigo, que atropelladamente me cuestionaba si ya me había enterado de la terrible catástrofe que se había suscitado en la ciudad de Nueva York.
Con un tono incrédulo en mi voz le conteste que no, que era muy temprano aun para ese tipo de bromas. Me contesto casi al borde del llanto solo cuatro palabras: ¡¡¡ Nos tumbaron las torres!!! ¿¿¿ ¡¡¡Que!!!??? - Conteste incrédulo aun - ¿Estas ya en tu oficina?, ¡¡¡ Te digo que nos tumbaron las torres gemelas!!! - Fue lo último que escuche antes de que se cortara la comunicación -.
El tiempo que hice hacia la oficina me pareció eterno, una vez estando en ella, mi primer impulso fue encender la computadora, para navegar por la Internet. La escenas que mis ojos desorbitados observaban eran en verdad dantescas, difíciles de creer. Las personas en medio de su desesperación, lanzándose al vacío desde grandes alturas, para en unos cuantos segundos convertirse en masas amorfas de carne y sangre al estrellarse contra el duro concreto de las aceras. Mis aterrados ojos llenos de lágrimas no pudieron soportar mas, salí corriendo y me metí al baño para ahí desahogar mis sentimientos. No podía mostrar mi debilidad ante quienes ahora laboraban junto a mí, bajo mis órdenes. Pasados unos largos minutos, pude encontrar calma, me aplique gotas en los ojos para disimular en lo mas posible el enrojecimiento e irritación causados por el llanto, esbocé una sonrisa en mi rostro, tratando de reflejar una felicidad que estaba mucho muy lejos de sentir, y con el corazón destrozado me dedique a hacer mis funciones, por las cuales recibía un salario, dar instrucciones a una y otra persona, delegando funciones de ser necesario. Como dice un conocido refrán: El show tenia que continuar, El personal a mi cargo, aun no estaba enterado de la tragedia que estaba tomando parte allá afuera.
Cuando llego la media hora de descanso de la cual según disfrutaríamos de nuestro almuerzo, ya la noticia se había infiltrado entre el personal, algunos con el terror y angustia reflejado en sus rostros solicitaron permiso para retirarse a sus casas. La instrucción girada por los directivos de la compañía fue tajante y dura, no había permisos para retirarse por ningún motivo o circunstancia, ¡ qué decisión tan brutal !.
Por fin termino la jornada laboral de ese día: La más triste y larga desde que había ingresado a esa planta laboral. Con infinidad de pensamientos encontrados en mi cabeza, me dirigí a casa. Lo que mis ojos pudieron ver en el trayecto, fue vigilancia policíaca en exceso, las luces de las torretas en las múltiples patrullas y camiones de bomberos, hacían un tanto más sombrías las escenas de la gente histérica aun, al borde de la paranoia. Mis ojos se volvieron a empañar y gruesos hilos de lágrimas saladas descendían como raudales por mis mejillas.
Una vez en casa no quise seguir martirizando mis sentimientos, no prendí la televisión, las escenas de la catástrofe se repetían una y otra vez. Opte por conectarme a la Internet, múltiples ocasiones lo intente sin lograrlo, ¡ no podía ser posible !, alguna mente brillante del gobierno ¡ había decidido mantenernos incomunicados con el mundo ! Y ahora... en estos momentos de pesadumbre, cuando el alma herida esta mas necesitada de palabras de aliento; de frases de consuelo...
Me di un rápido baño y decidí no permanecer en casa, dirigí mis pasos a un bar cercano, quizás un par de copas me ayudasen a despertar de esta pesadilla porque eso había sido para mí ese largo día, una pesadilla.
El lugar se encontraba casi vació, creo que solo había dos , a lo máximo tres personas, por sus actitudes, me paso por la cabeza creer que no se habían enterado aun de la tragedia que estábamos viviendo, lentamente bebí mis dos copas y camine rumbo a mi casa, de inmediato me metí a la cama. Mi profesionalismo me indicaba que debía estar fresco para la jornada del día siguiente.
Día con día la situación económica se fue empeorando en el país, como consecuencia del atentado, empeorando la situación del impacto que había causado en la gente, incluso hubo sucesos no muy agradables. Casas convertidas en cenizas en su totalidad, por la mas mínima sospecha de que el propietario o en su defecto los habitantes de las mismas pudiesen ser originarios del medio oriente. Personas inocentes que absolutamente nada tenían que ver con el ataque que como blanco fijo las torres gemelas, el corazón bursátil de la gran urbe, del país entero.
Un abrazo