jueves, 10 de febrero de 2011

2012

Esperamos con vehemencia que llegara el fin de semana como lo habíamos acordado, Azalea y yo nos dirigíamos hacia el lago Chelan, para ocupar la casita de campo en la tan esperada reunión con nuestros amigos. Yo al volante y como siempre distraído, no me había percatado de lo que la estación de radio local estaba transmitiendo en el momento. Fue ella, Azalea, quien haciendo una seña me obligo a voltear hacia la orilla del lago puget sound el cual había quedado sin agua, las arenas del mismo estaban secas, en la radio decían que las aguas de las costas del pacífico retrocedieron aproximadamente diez millas mar adentro.

Las descompuestas voces de los locutores hacían que el terror comenzara a invadir a todos los radioescuchas, nos advertían de un inminente tsunami, que  inundaría todas las poblaciones ubicadas a lo largo de la costa de los Estados Unidos.

Nos llenamos de pánico al enterarnos que las aguas que aquí retrocedieron, al mismo tiempo inundaban localidades tan remotas y lejanas del sur,  como Ecuador, Bolivia y Brasil. En estos lares, las dos montañas Rainier y St. Helens colapsaron en horrendas erupciones, ambas cumbres simultáneamente, la razón nadie la supo.

El freeway 5 hacia Canadá, se saturó en unos cuantos minutos haciendo imposible utilizarle como vía de escape, ir hacia el sur… imposible, minutos antes de que los medios de comunicación dejaran de transmitir,  dieron una descripción en la cual dijeron: Que el estado de California asemejaba un gran espejo estrellado por la fuerza de descomunal golpe. La falla de San Andrés había cumplido su amenaza destruyendo algunas  poblaciones, desde California hasta los mismismos andes sudamericanos.

Despejé de mi mente el pánico, y opté por tomar el freeway 90, con dirección a la ciudad de Spokane. Agradecí a mi adorada novia la sugerencia de comprar una buena cantidad de agua embotellada y carne seca, así como comida enlatada para el fin de semana, misma que ahora atesoraba en la cajuela del auto.

El carro sólo pudo avanzar un total de 85 millas, el calor era tan insoportable que al final terminó destrozando el radiador. No era posible desperdiciar el agua tratando de enfriarlo. El instinto de supervivencia nos hizo actuar de manera nada solidaria para con la gente que intentaba al igual que nosotros llegar a un sitio seguro, así que introdujimos la mayor cantidad de botellas de agua y víveres  en una mochila e intentamos seguir el viaje lo mas apartado de la gente. Si se percataban que contábamos con agua y alimento, nada podía garantizar que nuestro intento por sobrevivir algún tiempo más, pudiese concretarse.
Un infierno fue lo que nuestros ojos contemplaron en las horas siguientes: Autos abandonados al acabarse la gasolina, otros perseguidos por gente loca de desesperación a fin de que los llevasen más rápido a través del desierto.
La amargura más grande fue contemplar a un pequeño de escasos meses de nacido, llorar en brazos de su padre, quien desesperado clamaba por un poco de agua para humedecer los resecos labios de su hijo.
Mi primer intención fue desprenderme de un poco de agua para evitar que el niño muriese deshidratado. Mis principios y mi lucha por sobrevivir luchaban ferozmente en mi interior, ya que si la gente me veía entregarle el  agua, en su desesperación eran capaces de matarnos para despojarnos de ella y después matarse entre ellos. Cuando ganó la piedad y decidí darle el agua, nuestros ojos contemplaron una dantesca escena: Los huesos lanzaron tétrico sonido al romperse el pequeño cráneo… el padre había colocado al bebé bajo las ruedas delanteras del auto y con lágrimas en los ojos aceleró, tal vez fue mejor así, seguramente le evitó una larga agonía al pequeño.

Que terrible… lo que antes preservó la vida en el planeta… ahora nos la arrebataba de formas por demás crueles. ¡¡¡agua bendita… maldita agua!!!.

Buscamos refugio bajo un auto abandonado, tendimos una manta que encontramos bajo del mismo y decidimos permanecer ahí… esperando, solamente esperando.

Durante mis alucinaciones causadas por la insolación , no evitaba recordar las palabras del pastor de la iglesia, quien nos decía que antes de la gran tribulación Jesús vendría por nosotros en medio de una gran nube... quizá así será y él nos lleve hasta su reino… no lo sé. Lo que sí sé, es que hemos visto morir gente deshidratada, arrastrándose entre las rojizas arenas del desierto hirviente.

Todo lo hemos grabado tal y como ha ocurrido hasta ahora, tomando video con la cámara que nos serviría para diversión, en la misma están nuestros rostros y voces narrando la historia, el clima frio e imperante, poco a poco hace que la batería se consuma, Azalea se apega a mi cuerpo para tratar de dormir un poco, cierra sus ojos, por mis mejillas corren dos lagrimas, temeroso y con coraje…ahora sólo pregunto:
¡¡¡Dónde chingaos se han metido los dioses!!!

martes, 8 de febrero de 2011

Mis padres viven en una colonia media baja, en el tiempo en que apenas se estaba poblando la colonia, había dos familias millonarias en la misma, una de las familias es de origen español y se dedicaban a la fabricación de ropa, la otra era la familia de un narcotraficante. La familia española empleaba a mucha de la gente de la colonia, la familia del narco ayudaba a quien lo necesitara.
Recuerdo que el narco tenía mucha tierras de siembra, en los tiempos de cosecha era muy común que llevara los frutos a su residencia y la gente pobre íbamos “según nosotros” a comprar lo que el narco había cosechado. Recuerdo bien que el señor este, nos daba libre entrada a su patio y ponía una lata de chiles donde la gente ponía el dinero que podía, y no, claro que el señor narco no necesitaba el dinero, solo lo hacía para aparentar que  a eso se dedicaba, y es que muchos de nosotros ni dinero llevábamos, solo íbamos por las cajas de guayabas y pepinos que el narco nos daba.
Hubo muchas veces en que la policía cateo la casa en busca del narco, sin embargo nunca lo pudieron apresar, y es que cuando la gente sabía que lo andaban buscando, la misma gente se encargaba de pasar el pitazo.
Ese señor nunca se portó mal con la gente pobre, nunca se supo que haya matado a nadie, y siempre pagaba los funerales de la gente que no tenía dinero para hacerlo.
Yo me pregunto ¿en estos casos, que se hace?, por un lado la gente pobre ayudada por alguien que quebranta la ley, en esas colonias pobres donde el gobierno no ayuda, ¿Habrá justificación para esta ayuda mutua? No lo sé, lo único que sé es que esta primero comer que ser Cristiano, hoy en día, las cosas han cambiado mucho, ya no hay respeto por el prójimo, ya tampoco hay narcos que ayuden a los pobres, y del gobierno de ese no hablamos, ese nunca ha ayudado.
Saludos